Espacios naturales

Negar la evidencia

Fábrica en Baeza. Foto de Gabriel Villena

Pongamos que se llama Manuel. Tiene una calidad de vida espantosa, se encuentra muy mal. No quería acudir al médico, pero al final se dejó convencer. Practicados numerosos análisis, el diagnóstico fue el siguiente: tiene el sistema inmunológico muy debilitado, se alimenta muy mal, tiene carencias de elementos básicos, padece infecciones constantes y generalizadas, tiene un serio problema de obesidad, es fumador, y tiene un exceso de colesterol en sangre.

Además, por si fuera poco, las carencias, las infecciones y los excesos están interactuando entre sí y provocando un proceso acelerado de deterioro general. No se le puede poner un término fijo a su vida, pero lo que es seguro es que de no cambiar sus conductas, de manera drástica, no sólo morirá pronto sino que tendrá un espantoso periodo final. Lo sorprendente es que Antonio ha decidido no modificar en absoluto sus conductas, sigue comiendo basura, fumando, y engordando… Si alguien le pregunta niega su condición de enfermo. A veces guarda silencio porque sostiene que a nadie le importa, ni siquiera a sus hijos. Otras veces miente con descaro, porque en sus negocios es importante la apariencia de salud.

La crisis ecológica es un diagnóstico muy parecido a éste sólo que aplicado al planeta. Dice así: de mantenerse el actual ritmo de deterioro de los sistemas naturales la especie humana no podrá pervivir en el planeta. Los síntomas del deterioro son de tres tipos: unos provienen de la escasez y el agotamiento, por ejemplo, reducción de la biodiversidad, agotamiento del agua, de la madera, de los combustibles fósiles, del suelo fértil, de los minerales… Otros provienen de la contaminación del agua y la atmósfera, y los terceros provienen de la proliferación y el exceso: saturación de residuos de la producción y del consumo. Por si fuera poco entre estos tres tipos de degradaciones (agotamiento, contaminación y saturación) se establece una sinergia destructiva que acaba generando efectos como el cambio climático de consecuencias fatales para muchas formas de vida sobre la tierra. No se puede poner fecha para el final del planeta, sabemos que los periodos extintivos son muy largos, pero sabemos que son espantosos.

¿Habrá alguien capaz de sostener que el planeta está sano? Pues sí. De la misma manera que los grupos nazis niegan el exterminio judío de la segunda guerra mundial, así varios gobiernos -empezando por el norteamericano- y numerosas multinacionales niegan la crisis ecológica. Unos porque sostienen que es un invento de los movimientos ecologistas, otros porque creen que asistimos a fenómenos cíclicos y naturales. Otros simplemente porque tienen prisa en acabar la depredación. Otros porque son tontos de remate y no quieren ver lo que tienen delante de los ojos.

¿Será legítimo el silencio cuando del cambio de las conductas productivas, extractivas y consumidoras depende la misma posibilidad de las generaciones futuras?

José Luis Serrano
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