Literatura

La ley del karma, Einstein y la copla

«Quien siembra viento, recoge tempestades» Foto de TonoCano /SecretOlivo

La ley del karma sólo dice esto: para todo lo que ocurre, para cada acontecimiento, habrá otro evento cuya existencia estará causada por el primero. Si actúas bien, este otro evento será bueno. Si hay una acción bella, la consecuencia lo será, si premias te premiarán, si maldices te maldecirán.

Hay tantas formulaciones de esta ley que no puede ser falsa. Los teólogos de las religiones del Libro la atacan porque presupone el fatalismo y la reencarnación. Pero sólo por esto, no pueden negar lo que el mismo Libro dice de tres maneras distintas: quien siembra viento recogerá tempestades.

Conozco otras dos formulaciones de esta ley del karma. La primera, contra toda distancia es una copla —debe de ser de Rafael De León, pero ya todos la creemos compuesta e interpretada desde siempre por Carlos Cano— que se llama Limón limonero y que habla de una mujer bella. La equívoca fortuna hizo que un mozo presumido la abandonara en su juventud. Es la historia de tantos, pero es de cuantas historias se cuentan la que duele más. Ella rodó por el camino de la vida “ahogadita por la hiel de sus pesares”. Nunca consiguió olvidar ni perdonar. Habrá pensado en quitarse la vida pero, al cabo de los años, se cumplió la maldición: cuando él ya no es joven, una mujer lo traiciona lo mismo que él traicionó. “Y a la sombra de aquel limonero que fue floreció y el tiempo secó, hoy lo han visto llorando su pena por un desengaño, castigo de Dios”.

La otra formulación de la ley del karma es, contra todo pronóstico, de Albert Einstein. Ese apadrinamiento no convierte en científica a la ley del karma, pero sí la acerca a la lengua prosaica. La vida —aunque ustedes no me crean, voy a parafrasear a Einstein— es como jugar al frontón: si tiras una bola azul, volverá azul, si juegas una pelota verde volverá verde, si juegas suave la bola volverá suave, y si juegas con fuerza volverá fuerte. Pero lo importante no es esta descripción física, sino la siguiente prescripción moral: por eso —sigue Einstein—, no juegues nunca en la vida una pelota si no estás preparado para recibirla de vuelta. Si no estás preparado para recibir odio, no odies; si no eres fuerte para sobrellevar la deslealtad, no traiciones; si no estás preparado para recibir amor, no ames. La vida no da ni presta, no se conmueve ni se apiada. Todo lo que hace es retribuir aquello que le ofrecemos.

En la copla, el hombre que llora junto al limonero sabe que la traición que padece es consecuencia de la suya. Pero no sabe que el puñal que tiene clavado es el talismán que le ha sido dado para alcanzar la liberación. Todos reconocemos la ley del karma cuando nos afecta, pero sólo los elegidos de los dioses saben que allí donde reside la infección del puñal, el dolor producido por la bola que retorna fuerte del frontón de la vida, reside también la oportunidad providencial de la liberación.

NOTA: La copla «Limón, limonero» fue compuesta por Ramón Perelló y Sixto Cantabra /Juan Mostazo. Carlos Cano la grabó en el disco La Copla; Memoria sentimental. 1999.

José Luis Serrano
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