“Queremos que los palestinos tengan los mismos derechos que un andaluz, los mismos servicios y las mismas posibilidades de progresar. No ejercemos la caridad, sino la justicia”. Corría el año 2009 y el entonces consejero de la Presidencia de la Junta de Andalucía, Antonio Ávila, se comprometía en el Parlamento autonómico con un concepto de cooperación que supera la limosna. Es la filosofía global que trata de fomentar la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID), y que se aplicó en aquellos días en la redacción del Programa Operativo por País Prioritario (POPP) para los Territorios Palestinos; se trata de un proyecto plurianual, con horizonte final en 2011, con el que Andalucía se ha convertido en la autonomía que más dinero invierte en la cooperación con Palestina, con casi 5,7 millones de euros empleados en una quincena de proyectos.
El más importante de ellos se desarrolla con la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en 42 ambulatorios de Cisjordania y su objetivo es ofrecer atención integral a mujeres embarazadas y niños de hasta un año. Es lo que hacen en el centro de salud de Askar, un campo de refugiados a las afueras de Nablus en el que malviven unas 31.000 personas. Como explica el doctor Khaled Shelbayeh, responsable de la clínica, aquí se hacen revisiones mensuales, análisis de sangre y ecografías, se reparte ácido fólico, hierro y vitaminas a las madres y vacunas y antipiréticos a los bebés. “La idea es cubrir todos los cuidados posibles, pre y post natales, para reducir la mortalidad infantil y materna, que en los Territorios ocupados es hasta siete veces más alta que la peor media europea”, remarca el doctor mientras rellena recetas para las mujeres que van entrando, tímidas, en su despacho.
De pronto, llega un celador: Amina, una joven de 20 años que la noche anterior había estado de parto, había muerto. A su anemia grave (que afecta al 60% de las palestinas) se sumó una infección que la mató en cinco horas. Su hijo, Nasser, se encuentra bien. “A esto me refiero, a que tenemos que lograr controlar el embarazo y los cuidados posteriores. Es inasumible perder a mujeres jóvenes de esta manera”, señala. La ONU, gracias a los fondos de cooperación como la andaluza, intenta controlar el momento del parto, pero el problema se encuentra a la salida, en casa: la tasa de pobreza es de entre el 66% (en Cisjordania) y el 80% (en Gaza), y el paro supera el 30%.
Las cifras parecen descorazonadoras, pero paseando por estos ambulatorios se dejan ver los rostros que llaman al optimismo, como el de Ameni, de 21 años, cuatro hijos, que acude a pedir consejo al servicio de planificación familiar, o Fatma, de 36 años, embarazada de ocho meses, con dos hijos más (a Nena, la pequeña, la lleva de la mano), que tiene revisión porque sufre diabetes. “Aquí estoy cuidada y tranquila”, dice.
La Junta no sólo invierte en salud, sino que con los ocho beneficiarios de su ayuda (entre ONG y organismos internacionales) desarrolla proyectos educativos, infraestructuras, políticas de igualdad, medio ambiente y fomento del empresariado local. Su meta es fortalecer los Territorios Palestinos para que un día puedan caminar sin muletas, en un entorno independiente y en paz.
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