Nacer en Andalucía, morir en Auschwitz
Judío y andaluz, una combinación prohibida por obra y gracia de los Reyes Católicos. El edicto de expulsión quiso borrarlos del mapa. Por eso, en la primera mitad del siglo XX, la comunidad judía no llegaba a tener ni mil miembros repartidos entre las ocho provincias andaluzas, hijos de aquellos que se quedaron y se ocultaron, descendientes de la minoría que decidió regresar, pasados los siglos. También ellos, nacidos a 3.000 kilómetros del despacho de Adolf Hitler, sufrieron en carne propia la brutalidad mortal del Holocausto.
Son los judíos andaluces de la Shoa, identificados tras 50 años de trabajo por los investigadores del Yad Vashem, el Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén. Apenas cuatro nombres entre los cuatro millones de identidades desveladas, de los casi siete millones de vidas segadas por el nazismo.
Alexander Avraham, director de la Sala de los Nombres del museo, explica que el logro ha sido fruto del trabajo ingente de los historiadores y de la superación de las “trabas emocionales” que aun impiden a las familias hablar de aquel sufrimiento. Los casos de los andaluces son paradigmáticos en ambos casos. De las vidas de Noel Friedheim y Sara Avram, por ejemplo, sólo queda el recuerdo de una lista de deportación de los trenes de la muerte.
La memoria aminora nuestro dolor y ensombrece la victoria del odio
Noel nació en Gerena (Sevilla), y tenía 69 años cuando fue detenido en Francia. Allí viajaba ocasionalmente con su negocio de joyería. Hacinado, fue trasladado en el convoy 32 desde Drancy (un campo de tránsito francés, especialmente destinado a los españoles) hasta Auschwitz. Ese año, 1942, murió en el campo polaco. De Sara se sabe que era cordobesa y ama de casa. Se desconoce el porqué de su estancia en Francia, donde la apresaron también en 1942. Su destino fue Pithiviers, en el Loira, “lo que hace pensar que llegó allí con algún hijo o nieto”, porque ese campo estaba especializado en asesinar a menores. De allí fue a morir, también, a Auschwitz.
Más documentados están los casos de Dayla e Isidoro Juan Israel Cohen; un nieto de la primera y una hermana del segundo han permitido recuperar sus vidas. Dayla Atabros —su apellido de soltera— murió con 50 años. Era sevillana, talladora de diamantes, y se marchó a Francia tras casarse con un judío galo, David. La arrestaron en Estrasburgo, donde residía, en 1939. Falleció cuatro años más tarde, tras estar interna en Bergen Belsen (Baja Sajonia) y Birkenau (Polonia). Varios supervivientes relataron a la familia que a Dayla la asfixiaron en las cámaras de gas por ser demasiado mayor para seguir trabajando.
Isidoro era el más joven de todos: 28 años. Melillense de nacimiento pero criado en Málaga. Se fue a Montpellier (Francia) a finalizar sus estudios de Medicina, interrumpidos en España por la Guerra Civil. Corría el año 1937. Los nazis dieron con él en Marsella siete años después. Lo deportaron a Drancy y un mes más tarde lo mataron en Kaunas-Reval (Lituania). “Cuéntelo —anima Avraham—. La memoria aminora nuestro dolor y ensombrece la victoria del odio”.
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